miércoles, 23 de abril de 2014

La mano de Gabriel García Márquez






Canción para acompañar el texto: Macondo - Celso Piña (decidí esta versión debido al gusto de GGM por el vallenato).






Hace cinco años, pasando por la frontera de Nuevo Laredo, Tamaulipas, un lugar atrapó mi atención: lo que pareciera ser una antigua estación ferrocarrilera, era ya un centro literario nombrado Estación Palabra Gabriel García Márquez. Le dije a mi padre, que manejaba en su coche para llevarnos al puente internacional, "Si yo algún día llegara a estrechar mi mano con la de Gabriel García Márquez, no me la vuelvo a lavar y encima me cago". Mi padre con la rigidez que le caracteriza me respondió: "Ah, chingao, y por qué, si el cabrón también come, caga y también se va a morir". Ante tan sabia consigna que sentenció mi viejo no tuve otra más que pensar que la persona que me engendró por suerte no ha esperado cincuenta y tres años, siete meses y once días para estar con el amor de su vida, como Florentino Ariza. Y me duele pensar que tal vez no sepa que "muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Ya ni decir que es probable que no conozca que "Nena Daconte había muerto desangrada a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero, después de setenta horas de esfuerzos inútiles de los especialistas mejor calificados en Francia".


La mano que escribió La hojarasca, Los funerales de la mamá grande, Doce cuentos peregrinos, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, entre otras más publicaciones, dejó de existir físicamente el pasado jueves diecisiete de abril, un jueves santo, justo como uno de los más grandes personajes que han existido en la literatura hispanoamericana, Úrsula Iguarán, quien "Amaneció muerta el Jueves Santo. La última vez que le habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años". Salvo que el Nobel de literatura de 1982 dio su último suspiro a los ochenta y siete. Falleció en la Ciudad de México, donde durante dieciocho meses escribiera su novela más famosa y según varios listados internacionales uno de los mejores cien libros de la historia: Cien años de soledad.


Nunca pude estrechar su mano, como sí lo he hecho con otros escritores que admiro y respeto, o como mi esposa sí lo hizo con Vargas Llosa, de quien inclusive me regaló un libro firmado por el Nobel escritor de Pantaleón y las visitadoras. Pero más allá de pensar que nunca pude estrechar su mano, pienso que el también periodista nacido en Aracataca, Colombia, me regaló -como a toda la humanidad- todas sus letras, que es lo que realmente importa. 

En verdad no miento si digo que el creador de Vivir para contarla, Crónica de una muerte anunciada y Memoria de mis putas tristes es uno de mis escritores favoritos. La forma impresionante en que uno queda atrapado en sus detalles me fascina, tal como el olor de Remedios, la Bella, y todo lo que ocasiona, o las mariposas amarillas que perseguían a Mauricio Babilonia, o "porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra", por citar algunas del ya mencionado Cien años de soledad.


En paz descanse el autor de Del amor y otros demonios, ya he comprendido que no es tan necesario estrechar manos, lo mejor es quedarse fabricando pescaditos de oro o atado a un castaño en Macondo y conocer a un tal Melquíades, o en otros lugares conocer a Fermina Daza, la Mamá grande, Santiago Nassar, el Coronel,o a Eréndira. 
Descanse en paz el colombiano más mexicano o el mexicano más colombiano. Descanse en paz Gabriel García Márquez.

P.D. Este día le ha sido entregado a la autora de El tren pasa primero, Elena Poniatowska, el Premio Cervantes, enmarcando así a la escritora "más mexicana que el mole" junto a Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol en el retrato de los mexicanos galardonados con el máximo premio a las letras hispanas. Enhorabuena.

Texto: Jesús Cáñez.
Canción para acompañar el texto: Macondo - Celso Piña.
Imagen: Google.
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