miércoles, 27 de noviembre de 2013

En casa ajena




Estaba clavándole el diente a un plato de delicioso y suculento espinazo, pensando en qué debía escribir para hoy cuando repentinamente llegó mi hermano a comer con uno de sus pequeños camaradas. Cuando terminaron de comer le dije al chavito: -¿Quieres más? y tímidamente respondiome: -No, gracias. Muy rico, eh (Saweb, pos lo hizo mi esposa).  Y fue ahí cuando tuve una epifanía: lo incómodo que es estar en una casa ajena.

Hijosumare, com(p)are, a mí en lo particular me resulta muy incómodo estar en una casa ajena, más por primera vez. Ya sea que esté en tu casa, la de tu novia o la de tus papás me resulta muy incómodo. Prefiero quedarme en el patio o en la cochera. Y me resulta así simplemente porque cada familia tiene hábitos y costumbres diferentes, por ejemplo, los dos siguientes escenarios:


La hora de la comida.


Llegas a casa de tu amiguit@, novia, suegros, jefe, etc. Y lo primero que te dicen es: "siéntate, ándale, más vale llegar a tiempo que ser invitado". ¡Cárgueme la chingada de una buena vez! Si me vas a dar de comer no me hagas sentir que me estás haciendo el paro. Bueno, ya puse mi mueca pendeja, finjo que soy educado y buen muchacho y me siento a comer. Sirven pozole. ¡A quién no le gusta el pozole! Y uno es tragón. Así que me termino el plato de pozole y me preguntan: "¿Quieres más? Ahí hay más, está re bueno eh, está en esa olla grandota" y mientras mis tripas por dentro me dicen: "ándale, wey, aunque el de tu jefa sepa más rico tú aprovecha, déjate caer gacho, que te sirva poquito, nomás que no se tire, y de una vez que le ponga patita, y repollo, y rabanitos y..." pero las callo, me amarro y respondo igual que el chavito del inicio: "No, gracias. Muy rico, eh". Me levanto, hasta lavo mi plato y nuevamente doy gracias.
Y la contraparte. Llegas a una casa en que están sirviendo de comer y te dicen: "Ora, Chuyito, siéntate a papear, ahorita que está calientita la comida y está haciendo frío, ándale ahí hay pan francés y tortillitas calientitas". Qué diferencia, hasta dan ganas chingao. Y te sirven un platote de lentejas -en lo personal, me caaaagan las lentejas ¡y uno que es harto vergonzoso!- y ahí me tienes casi llorando pa' darle la primera cucharada y todos viéndome -sin saber que no me gustan las lentejas-, "¿Tan buenas las lentejas, edá mi Chuy? Las acaba de hacer mi vieja." y yo con un nudo en la garganta: "riquísimas, señor." Pues me acabo el plato con el vomito gorgoteando en el gaznate y pa' pronto me sirven otro plato: "Chíngale, mi Chuy, se vale dobletear o tripletear, ahí hay más, eh, están en esa olla grandota". ¡Vuélvame a cargar!

Pasa de modo similar con el pisto. Llegas a la casa de alguien y está la fiesta a todo lo que da: las norteñas, la banda, la carne asada y una hielera industrial hasta el copete de botes; una barra con tequila, ron, whisky, vodka, tintos y lo que se te ocurra y tú sin un varo en la bolsa. Y mira que sabemos que eres puerco. "Ándele, mi Chuy, tómese un bote". Aceptas con cara de nomás uno porque me regañan en mi casa y como en el cine, una escena dos horas después, ya estás con los borrachos tíos de tu vieja bien pedote con una manguera en la boca y los tíos echándote una mezcolanza etílica por un embudo. Bien jugado, bien jugado.
Y la contraparte, llegas al mismo escenario y nadie es pa' ofrecerte ni un vaso con agua. Nomás los ves casi con delirium tremens y el hocico seco. ¡¿Qué, ni una limonadita pa'l Chuy?!


Los baños


Después de despacharte los dos platos de lentejas, sientes que tu estómago tiembla y una danza en tus entrañas te clama, a ti, que no vas a hacer del dos -ja- en otra casa, que no vas a alcanzar a llegar a tu trono. Así que muerto de pena, sudando y con la piel chinita pides el baño. Total, es una necesidad básica. "Claro que sí, m'ijo, pásele, ya sabes, al fondo a la derecha, como en las películas". Con lágrimas de sangre y retortijones arrancas papel de baño pa' ponerlo en la taza -hasta te imagino, me cae-, y simplemente te dejas llevar. Y mira que no haces rosas. Y mira que no huele a rosas. Y de repente, así de chingazo, te tocan la puerta y tú de voooy, pero no para apurarte, sino para decirte: "M'ijo se me olvidó decirte que ese baño no baja, ahorita que salgas yo le echo una tina de agua". Es un medio baño. No accedes a la petición y más nervioso te pones. Sales todavía con las rodillas temblorosas, los cachetes colorados de la vergüenza y te percatas de los fétidos olores que despidió tu cuerpo. No piensas más que "ya mejor mátenme". La doña afuera ya lista con su balde de agua y una sonrisa de no pasa nada. Se la arrebatas, regresas al baño casi vomitando por el aroma de tus putrefactas heces y le avientas el agua. Y no se va. Vuelves a pedir más agua y te dice la seño: "es que la tienes que aventar desde arriba, m'ijo, sino no se va". Repites la hazaña un par de veces más. Nuevamente apenado no te queda más que confesar tu vergüenza y un agradecimiento incómodo, no sin antes decirle a la doñita qué bonito baño tiene.

Y ya ni te digo de romper un plato, vaso, jarrón, tomarte el último trago de Coca, o bañarte, etc. Y aunque también hay casas de amigos o personas en las que te sirves solo, dobleteas, te embriagas y vas al baño casi con la puerta abierta, hay otras en que resulta muy complicado el coexistir. Y te dejo porque me tengo que ir a preparar porque voy a cenar a casa de un amigo -ojalá no den lentejas-. Ahí ponle abajito qué más te incomoda en casa ajena. Comparte en Facebook y dale RT en Twitter. Gracias.

Texto: Jesús Cáñez
Imagen: Google
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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Anivdelarev



Permíteme querido lector excusarme porque no publiqué nada el miércoles pasado, y es que no te importa, pero andaba ocupado en una mudanza de mi cantón que es tu cantón.
Habiendo dicho eso y presumiendo en tiempos revolucionarios a mi General Peralta que en dos juegos descontó a los del fin del mundo con cinco pepinos, procedo a echarme un textito que me aventé hace un tiempo.

Más de cien años de "Tierra y Libertad"; del movimiento sociopolítico más importante del siglo XX en nuestro país conmemorando -para bien o para mal- las ideas y movimientos de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, Emiliano Zapata, entre otros.

Más de un centenario de un acontecimiento histórico que hace que podamos ver el México de hoy desde una concepción respetuosa y valerosa (o todo lo contrario) por los mismos antecedentes del que surge el movimiento revolucionario, el cual nos deja un legado de canciones que un siglo después perdura en el colectivo popular (tal vez gracias a las escuelas de gobierno que con sus bailables tradicionales siguen recordando con vestidos y carilleras el levantamiento en armas de esos tiempos).
Canciones y corridos como  el de Pancho Villa, La Jesusita, La Chinita, El Desterrado, La Voltereta, La Guacamaya, Soy soldado de Levita, Marieta, La Cucaracha, Las tres pelonas, etc. Pero sobretodo una que sobresale e inclusive tuvo sus versos en el billete de cien pesos conmemorativo de los cien años de la Revolución Mexicana, La Adelita de Antonio del Río Armenta.

Muchas historias suponen que "Adelita" fue Adela Velarde Pérez, quien fue reconocida con un homenaje como veterana de guerra, una enfermera que atendió al soldado Antonio del Río Armenta después de salir herido y le compuso el corrido ya mencionado.

Dejo La Adelita de Antonio del Río Armenta para que recuerden sus noviembres...

La Adelita

Adelita se llama la joven
a quien yo quiero y no puedo olvidar,
en el mundo yo tengo una rosa
y con el tiempo la voy a cortar.

Si Adelita quisiera ser mi esposa,
si Adelita fuera mi mujer,
le compraría un vestido de seda
para llevarla a bailar al cuartel.

Si Adelita se fuera con otro,
la seguiría por tierra y por mar.
Si por mar, en un buque de guerra,
si por tierra, en un tren militar.

Y si acaso yo muero en campaña
y mi cuerpo en la sierra en la va a quedar,
Adelita, por Dios te lo ruego,
que con tus ojos me vayas a llorar.

Soy soldado y la Patria me llama
a los campos que vaya a pelear,
Adelita, Adelita de mi alma,
no me vayas, por Dios, a olvidar.
Texto: Jesús Cáñez
Imagen: Google
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miércoles, 6 de noviembre de 2013

A 164 años de la muerte de Poe


                                           

Este texto es una colaboración de su humilde servilleta para la revista mensual Semblanza en su edición de octubre del corriente. Va pues.

“Le vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano”.
El corazón delator.
Edgar Allan Poe.

Octubre suele ser un buen mes en varios ámbitos, para empezar el clima comienza a cambiar y con eso ya la llevamos de gane; en el plano deportivo, para los aficionados al deporte de la bola caliente hay serie mundial en las Ligas Mayores de Béisbol; para los amantes del emparrillado hay NFL; para los que gustan del deporte ráfaga empieza la pretemporada de la NBA; y para los que prefieren patear balones hay buenos juegos en la UEFA Champions League. Además de eso, en el plano literario, este es un mes que históricamente nos ha regalado y arrebatado buenos escritores, por ejemplo, algunos de los que nacieron en el décimo mes del año son: Martín Luis Guzmán, Ivo Andric, Daniel Defoe, Félix María de Samaniego, Friedrich Nietzche, Mario Puzo, Italo Calvino, Oscar Wilde, Arthur Rimbaud, Edmondo de Amicis, Fernando Vallejo, Ramón Mª del Valle-Inclán, Miguel Hernández entre muchos otros; y aquellos que han partido al viaje en la barca de Caronte en el mes que inicia el último trimestre del año han sido Morris West, Jean Cocteau, Anatole France, Garcilaso de la Vega, José Ortega y Gasset, José Hernández, Jack Kerouac, John Locke, Rafael Alberti, etcétera.

Pero hay un personaje en especial que merece mi atención más que otros escritores –mero gusto propio-, un bostoniano nacido en 1809 y fallecido el siete de octubre de 1849, apenas a los cuarenta años de edad. Su nombre, Edgar Allan Poe.

Hoy, a 164 años de su partida, su influencia sigue siendo inmensa. Considerado el maestro del relato corto, muchos escritores e intelectuales han dejado en claro su admiración por el autor de El Cuervo (1845), entre ellos Baudelaire, Oscar Wilde, Víctor Hugo, Borges y Cortázar. Este último tradujo todos sus cuentos para la Universidad de Puerto Rico en 1953.

La casa editorial argentina Edhasa Literaria, en el libro Cuentos Completos, donde presenta cronológicamente los escritos de Poe con la aclamada y afamada traducción de Julio Cortázar dice: “Edgar Allan Poe (1809-1849) es una figura central de la tradición literaria de los últimos siglos. Padre de la novela policíaca, renovador de la novela gótica y los cuentos de terror, pionero de la ciencia ficción, crítico y teórico literario de aguda inteligencia, autor de uno de los poemas más célebres de todos los tiempos (“El Cuervo”), teórico tanto del lenguaje narrativo como del poético, su enorme influencia se ha puesto de manifiesto no sólo en la obra de grandes narradores como Dostoievski, Kafka, Maupassant, Lovecraft, Borges, RayBradbury o Cortázar, sino también en las versiones y citas musicales (de Bob Dylan a Lou Reed, de Iron Maiden a Green Day), cinematográficas (Roger Corman, Peter Weir, los hermanos Coen, Tim Burton…), pictóricas (Doré, Gauguin, Manet) o del cómic (Jonathon Scott Fuqua, LenWein, DuightMacPherson, entre otros), que le han convertido en un personaje legendario e inmensamente popular”.
Tanta es su popularidad y su influencia que recientemente salió una película al cine basada en su más célebre poema, al igual que un capítulo de TheSimpsons que también trata del escrito acerca del cuervo que dijo ¡Nunca más! Así como un protagonista de la película Una aventura extraordinaria (TheLife of Pi), un tigre llamado Richard Parker, igual que el grumete de su única novela, Arthur Gordon Pym, de 1838, dicho grumete muere al ser comido por la tripulación que pescaba ballenas y al quedarse sin alimento en altamar enloquece. Como caso curioso, en 1884, en la vida real, un navío llamado el Mignonette que llevaba 16 días a la deriva, tuvo una tripulación que sin comer ni tomar agua, decidió asesinar y comer a un muchacho de 17 años, un grumete llamado Richard Parker.

El que para muchos fue el más perfecto autor de cuentos, también es estigmatizado por otros que lo acusan de loco, drogadicto, borracho, problemático y algunos más extremistas hasta coleccionista de transtornos mentales, sin poder desligar sus personajes de su autor. El escritor inglés Peter Ackroyd sabe la diferencia y dice: “Poe fue el más calculador de los autores, por lo que nunca debería confundírsele con los narradores perturbados, e incluso psicóticos, de sus relatos. El Poe escritor buscaba con gran esmero los efectos más extremos”. Y el poeta francés Paul Valéry alguna vez agregó: “Poe es el único escritor impecable que hay. Nunca se equivocó”.
Una cosa es criticar o desprestigiar su persona y otra su obra. Es decir, no tiene relación una crítica a que se haya casado con su prima cuando ella tenía trece años y trágicamente muriera de tuberculosis a los veinticuatro años, a otra de su cuento El pozo y el péndulo, por decir alguno.
Inclusive el mismo Edgar Allan Poe sabiendo del talento de su pluma dijo: “Si todos mis cuentos estuvieran incluidos en un gran volumen y los leyera como si se tratara de una obra ajena, lo que más me llamaría la atención sería su gran diversidad y variedad. Se sorprenderá usted si le digo que, con excepción de uno o dos de mis primeros relatos, no considero a ninguno de ellos mejor que otro. Hay una gran variedad de clases y esas clases son más o menos valiosas; pero cada cuento es igualmente bueno en su clase”.

Le invito a sacar sus propias conclusiones recomendándole mis diez cuentos favoritos de Edgar Allan Poe:

Berenice (1835).
Ligeia (1838).
La caída de la casa Usher (Thefall of thehouse of Usher, 1839).
Los crímenes de la calle Morgue (Themurders in the Rue Morgue, 1841).
El pozo y el péndulo (Thepit and thependulum, 1842).
El corazón delator (Thetell-tale heart, 1843).
El gato negro (Theblackcat, 1843).
La caja oblonga (Theoblong box, 1844).
El entierro prematuro (Theprematureburial, 1844).
El faro (The light-house, 1849).

Me despido en un soneto de mi autoría recordando al gran escritor de Boston, Massachusetts a 164 años de su muerte.

A Edgar Allan Poe

Si a cuitas viscerales no respondes
vorágine fatal de intenso miedo,
guarda la voz cuidando grande el credo;
no sangres por favor la faz que escondes.

Y si al renuente fallo correspondes,
galante no prosigas sin denuedo,
consérvate a los sueños del aedo
e inspira el cruel temor adonde rondes.

Mas cuida involucrar el epitafio
de sabios y de doctos personajes
que buscan al lugar un cenotafio,

y deja fina herencia en gratas letras:
virtudes que se llegan oleajes
que al sueño mío siempre compenetras.

Jesús Cáñez. Octubre 2013.

Twitter @HijodeTinTan