miércoles, 14 de octubre de 2020

El palacio de la locura



 Canción para acompañar el texto: Este cosmos - Porter.
Tiempo aproximado de lectura: 3:30 mins.


Corría el año de 1908. Se fundaba el Inter de Milán en Italia; nace el FBI y el Ford Modelo T que fue el primer coche de producción masiva en Estados Unidos; Machado publicaba Cantares en España; veían la primera luz Simone de Beauvoir, Atahualpa Yupanqui, Abraham Maslow, Oskar Schindler en Francia, Argentina, los Yunaite, y lo que hoy es República Checa, respectivamente. Y ya te estoy oyendo: ¿A mí que me importa todo eso si no pasó nada en México’mbeee? Ahí voy, chingao, deja le meto drama. Ya esuché que dijiste: “Mejor métele nitro, papi.” Pues sí, en México también se cocían habas en aquel tiempo. El Porfiriato quería demostrar su poderío con grandes muestras de desarrollo y veía el pretexto perfecto dos años después con el Centenario de la Independencia y había que echar la casa por la ventana, así que mi general Don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori se juntó con ‘El Rey del pulque’, Ignacio Torres Adalid, un camarada del mismo Porfi y que tenía hartas tierras y amigo también de toda la aristocracia de la época. ¿Pero, bueno, este wey qué chingaos? Pues este camarada le cedió a mi general un pinchi terrenote -tan grande que hasta cabe tu corazón, íjate nomás, mailof-, donde se iniciaría una extraordinaria construcción precisamente en 1908. Una construcción al puro estilo de un palacio francés y que sería algo que existía en todas las grandes urbes, pero no aún en esta bella nación Tenochca.

Corría el año de 1910. Se fundabaaaaahtecreas. No, ya en serio. Llegamos al año del centenario de la Independencia y don Porfi se lució. De acuerdo con la Memoria de los trabajos emprendidos y llevados a cabo por la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia, destacan 325 escuelas, 136 parques y jardines, 135 placas, 130 casas consisteriales, 98 obras de agua potable, 88 monumentos, 72 kioskos, 66 edificios públicos… wey, son un chingo, no voy a acabar. Pero uno que destaca entre todos ellos además del Ángel y el de Juárez es el Manicomio general “La Castañeda”, ubicado justamente en la exhacienda que roló amablemente Torres Adalid.


La Castañeda fue inaugurada el primero de septiembre de 1910 con bombo y platillo entre la crema y nata de la alta sociedad mexicana. Este Hospital Psiquiátrico contaba con 23 pabellones psiquiátricos donde se pretendía dar asilo y atención a los enfermos mentales de una manera digna, humana y universal. Así que trasladaron al lugar a muchos pacientes desde otras clínicas, comenzando actividades con casi 780 atendidos. De esta manera daba inicio la historia del lugar que a la postre podría ser considerada la cuna de la psiquiatría en México. Todo era miel sobre hojuelas hasta que comienza la Revolución y Porfirio decide abordar el Ypiranga y abandonar el país. Prácticamente el pedo fue que ya no se recibía la feria del gobierno y empezaron las carencias. Sumándole que la locura ya no era diagnosticada de manera médica sino al ahí se va.

Desde siempre existieron varios pabellones para personas con distintas afecciones. El primero o pabellón A era el de los Pacientes distinguidos, donde estaban miembros de familias de varo que eran los que aportaban la marmaja, además usualmente no eran pacientes agresivos; en el Pabellón de observación era donde llegaban y hasta que les diagnosticaban eran mandados al pabellón correspondiente; el Pabellón de pacientes peligrosos, donde estaban los que la misma poli llevaba por andar de pasados de lanza con la raza; el Pabellón de epilépticos, que en aquel tiempo era considerado así por la medicina de la época; el Pabellón de imbéciles (sic) que albergaba a las personas con retraso mental evidente; y el Pabellón de pacientes infecciosos, donde estaban los enfermos de tuberculosis, sífilis, lepra, tifoidea, etc… Por mencionar algunos.



Conocido como “El Palacio de la locura” conforme los años pasaban la situación dentro de la Castañeda llegó a ser cada vez peor. A falta de espacio y con más de tres mil pacientes y, a veces, un solo doctor para tutti la bandi, decidieron retirar las camas y ni pepe, a dormir todos en el suelo. El hacinamiento hizo que todos se mezclaran con todos y las condiciones se fueron agravando. El piso donde dormían estaba lleno de orines, roído por las ratas y la atención era cada vez más deficiente. Lo que un día fue el hospital psiquiátrico más moderno del país se había convertido en un lugar donde el 80% de su población no eran enfermos mentales, los hombres en su mayoría diagnosticados con alcoholismo y las mujeres con neurosis. Ya no era necesaria la carta que confirmaba que el paciente requería de atención médica, ya los mandaban al chingazo. Los indígenas eran considerados inadaptados, parias de la sociedad; las mujeres solteras eran consideradas sexoservidoras y las prostitutas como pacientes infecciosas, sin importar que no tuvieran niguna infección y/o enfermedad. El caos reinaba y cada vez más los tratos eran peores: baños de agua helada, electroshocks que te dejaban al borde del coma, encierros solitarios en lugares diminutos y llenos de ratas; torturas por doquier; y tratos peor que animales a las personas con retraso. Debido a esto La Castañeda se ganó a pulso el mote de “Las Puertas del Infierno”.

Según el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud en 58 años “Locópolis” como también se le conoció albergó a más de sesenta mil pacientes. Hasta que la “Operación Castañeda” en la presidencia de Díaz Ordaz decidió reubicar a los pacientes y demoler el sitio que algunos médicos hoy nombran como “la pesadilla en la historia de la psiquiatría mexicana”. Hoy es un lugar que abarca un WalMart, la prepa 8 y las Torres de Mixcoac, colonias multifamiliares donde dicen sus habitantes que desde 1973 se escuchan gritos, agua chapoteando y hay macetas que se mueven de lugar.

Texto: Jesús Cáñez
Imágenes: Google Images
Video: Este cosmos - Porter/ YouTube
@ochosieteuno_

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