Corría el año de 1908. Se fundaba
el Inter de Milán en Italia; nace el FBI y el Ford Modelo T que fue el primer
coche de producción masiva en Estados Unidos; Machado publicaba Cantares en
España; veían la primera luz Simone de Beauvoir, Atahualpa Yupanqui, Abraham
Maslow, Oskar Schindler en Francia, Argentina, los Yunaite, y lo que hoy es
República Checa, respectivamente. Y ya te estoy oyendo: ¿A mí que me importa
todo eso si no pasó nada en México’mbeee? Ahí voy, chingao, deja le meto drama.
Ya esuché que dijiste: “Mejor métele nitro, papi.” Pues sí, en México también
se cocían habas en aquel tiempo. El Porfiriato quería demostrar su poderío con
grandes muestras de desarrollo y veía el pretexto perfecto dos años después con
el Centenario de la Independencia y había que echar la casa por la ventana, así
que mi general Don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori se juntó con ‘El Rey del
pulque’, Ignacio Torres Adalid, un camarada del mismo Porfi y que tenía hartas
tierras y amigo también de toda la aristocracia de la época. ¿Pero, bueno, este
wey qué chingaos? Pues este camarada le cedió a mi general un pinchi terrenote
-tan grande que hasta cabe tu corazón, íjate nomás, mailof-, donde se iniciaría
una extraordinaria construcción precisamente en 1908. Una construcción al puro
estilo de un palacio francés y que sería algo que existía en todas las grandes
urbes, pero no aún en esta bella nación Tenochca.
Corría el año de 1910. Se
fundabaaaaahtecreas. No, ya en serio. Llegamos al año del centenario de la
Independencia y don Porfi se lució. De acuerdo con la Memoria de los trabajos
emprendidos y llevados a cabo por la Comisión Nacional del Centenario de la
Independencia, destacan 325 escuelas, 136 parques y jardines, 135 placas, 130
casas consisteriales, 98 obras de agua potable, 88 monumentos, 72 kioskos, 66
edificios públicos… wey, son un chingo, no voy a acabar. Pero uno que destaca
entre todos ellos además del Ángel y el de Juárez es el Manicomio general “La
Castañeda”, ubicado justamente en la exhacienda que roló amablemente Torres
Adalid.
La Castañeda fue inaugurada el
primero de septiembre de 1910 con bombo y platillo entre la crema y nata de la
alta sociedad mexicana. Este Hospital Psiquiátrico contaba con 23 pabellones
psiquiátricos donde se pretendía dar asilo y atención a los enfermos mentales
de una manera digna, humana y universal. Así que trasladaron al lugar a muchos
pacientes desde otras clínicas, comenzando actividades con casi 780 atendidos. De
esta manera daba inicio la historia del lugar que a la postre podría ser
considerada la cuna de la psiquiatría en México. Todo era miel sobre hojuelas
hasta que comienza la Revolución y Porfirio decide abordar el Ypiranga y
abandonar el país. Prácticamente el pedo fue que ya no se recibía la feria del
gobierno y empezaron las carencias. Sumándole que la locura ya no era
diagnosticada de manera médica sino al ahí se va.
Desde siempre existieron varios
pabellones para personas con distintas afecciones. El primero o pabellón A era
el de los Pacientes distinguidos, donde estaban miembros de familias de varo
que eran los que aportaban la marmaja, además usualmente no eran pacientes agresivos;
en el Pabellón de observación era donde llegaban y hasta que les diagnosticaban
eran mandados al pabellón correspondiente; el Pabellón de pacientes peligrosos,
donde estaban los que la misma poli llevaba por andar de pasados de lanza con
la raza; el Pabellón de epilépticos, que en aquel tiempo era considerado así por
la medicina de la época; el Pabellón de imbéciles (sic) que albergaba a las
personas con retraso mental evidente; y el Pabellón de pacientes infecciosos,
donde estaban los enfermos de tuberculosis, sífilis, lepra, tifoidea, etc… Por
mencionar algunos.
Conocido como “El Palacio de la locura” conforme los años pasaban la situación dentro de la Castañeda llegó a ser cada vez peor. A falta de espacio y con más de tres mil pacientes y, a veces, un solo doctor para tutti la bandi, decidieron retirar las camas y ni pepe, a dormir todos en el suelo. El hacinamiento hizo que todos se mezclaran con todos y las condiciones se fueron agravando. El piso donde dormían estaba lleno de orines, roído por las ratas y la atención era cada vez más deficiente. Lo que un día fue el hospital psiquiátrico más moderno del país se había convertido en un lugar donde el 80% de su población no eran enfermos mentales, los hombres en su mayoría diagnosticados con alcoholismo y las mujeres con neurosis. Ya no era necesaria la carta que confirmaba que el paciente requería de atención médica, ya los mandaban al chingazo. Los indígenas eran considerados inadaptados, parias de la sociedad; las mujeres solteras eran consideradas sexoservidoras y las prostitutas como pacientes infecciosas, sin importar que no tuvieran niguna infección y/o enfermedad. El caos reinaba y cada vez más los tratos eran peores: baños de agua helada, electroshocks que te dejaban al borde del coma, encierros solitarios en lugares diminutos y llenos de ratas; torturas por doquier; y tratos peor que animales a las personas con retraso. Debido a esto La Castañeda se ganó a pulso el mote de “Las Puertas del Infierno”.
Según el Archivo Histórico de la
Secretaría de Salud en 58 años “Locópolis” como también se le conoció albergó a
más de sesenta mil pacientes. Hasta que la “Operación Castañeda” en la presidencia
de Díaz Ordaz decidió reubicar a los pacientes y demoler el sitio que algunos
médicos hoy nombran como “la pesadilla en la historia de la psiquiatría
mexicana”. Hoy es un lugar que abarca un WalMart, la prepa 8 y las Torres de
Mixcoac, colonias multifamiliares donde dicen sus habitantes que desde 1973 se
escuchan gritos, agua chapoteando y hay macetas que se mueven de lugar.
Texto: Jesús Cáñez
Imágenes: Google Images
Video: Este cosmos - Porter/ YouTube
@ochosieteuno_
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