Los personajes y hechos retratados en este texto son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.
Estoy lavando los trastes y me acordé de la tarde de ayer... La mesa estaba puesta: de este lado la carne asada, de aquel otro una salsa molcajeteada, en medio los jalapeños con tocino y queso crema, quesadillas y salchichas para asar -ira ya se te hizo agua el osito-; los platos y vasos listos para contener los tacos y las bebidas para no pasar el alimento de gorilazo. La plática era acerca de los seres queridos que debemos ser queridos, valga la redundancia, pese a nuestros defectos, manías y obsesiones. Susana soltó el ejemplo de bote pronto: «por ejemplo Gustavo, se enoja conmigo si dejo abierta la tapa de la pasta de dientes.» El vato asintió mientras le encajaba el colmillo a una desamparada pieza de aguja norteña. Inmediatamente después dijo que tenía que cerrar todo: el bote de gel, cajones, puertas, ventanas. En su mesa de noche tiene un ecosistema propio y si mueven sus pertenencias le molesta. Lo mismo en el escritorio en su trabajo. Ironizó acerca de cómo la pasta de dientes tiene que ser exprimida de atrás hacia adelante y no de en medio o de arriba. Acto seguido Nancy procedió a quejarse: «A ver si Carlos te aprende algo, el señor se quita los calcetines y los deja en todos lados, literal tiene el cesto de la ropa sucia a su lado, pero ah, no, el niño los avienta en la cama, en el buró, en donde sea.» Después de soltar las risas reparé en el plato del buen Gus y sus cubiertos tenían una perfecta distancia entre ellos y el plato, la servilleta y el vaso. Me dije a mí mismo: «Mimismo, Gustavo es obsesivo del orden.» No me equivoqué. La plática siguió entre más obsesiones y una Nancy que gustosa le ofrecía las llaves de su casa al señor Kondo para que la ordenara cuando tuviera unos minutos de sobra. ¿Eran cubiertos, vasos, platos y sartenes?
La página 188 del Manual de psicopatología de Belloch, Sandín y Ramos (1995) que adorna la biblioteca de mi chante que es tu chante, dicta en una de sus tres acepciones que la obsesión (término que etimológicamente significa asedio) es “la idea, especie o cosa inmaterial que persigue o molesta a uno como asediándolo continuamente.” Las compulsiones son los actos que hacemos para aliviar esa obsesión. Términos que resultan relevantes para la comprensión del Transtorno obsesivo-compulsivo (TOC) del cual no hablaremos por su profundidad, pero sí de algunos rasgos del mismo, para lo cual nos apoyaremos de varios tipos donde hay ocasiones que sólo hacemos las cosas por satisfacción. Y no, no me refiero a ver tiktoks donde le sacan los puntos negros a unos güeyes.
Tener un orden de las cosas habla de disciplina, misma que a veces llevamos al punto de la obsesión más si le sumamos la simetría. El ya mentado Gustavo ordena sus billetes con la cara viendo al mismo lado y de mayor a menor denominación. Hay quien ordena -yo- las monedas en forma de torre con la denominación más alta en la base y la de más baja en la punta. Hay otros que gustan que las camisas de su closet tengan el cuello hacia el mismo lado y están por tamaño o color, lo mismo con toda la demás ropa; los libros por tamaño, color, editorial, tema u orden alfabético. Mauricio piensa que la gente que muerde los Kit Kat completos en vez de comer barrita por barrita amerita de un zape; le gusta lavar los trastes siguiendo el orden de cubiertos, vasos, platos y sartenes, y al secarlos, en el escurridor los orienta hacia el mismo lado; también le gusta tener las aplicaciones en su celular de manera perfectamente distribuida; acomoda los cuadros chuecos que ve y si entra a un baño y el papel higiénico está con la punta hacia adentro -como tocando la pared- lo cambia hacia afuera. Pinche Mau, le vale grillo.
Las catástrofes o que algo malo suceda es un pensamiento recurrente que las compulsiones en obsesiones de repetición nos ayudan a aliviar, de esta manera Carlos al salir de casa diariamente se persigna tres veces, así su familia estará bien. En As good as it gets (Mejor imposible, 1995) Melvin Udell, interpretado magistralmente por Jack Nicholson y que le valió la estatutilla a mejor actor por la Academia, padece de TOC y llegando a su casa prende y apaga la luz, cierra y abre el cerrojo de la puerta y se lava las manos cinco veces, entre otros rasgos de su colección. A veces repetimos frases o palabras a modo de mantra y así evitamos que algo malo suceda. In nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti (x3). Ya te caché que dijiste Amén.
Liliana sale a trabajar, cierra con llave la puerta de la casa y antes de subirse al coche regresa a checar si cerró la puerta. En el camino al trabajo se pregunta si apagó la estufa, alimentó al pez o cerró la llave del agua. En la oficina relee el e-mail siete veces antes de envíarlo. Antes de dormir cierra con llave la puerta de su casa, las puertas del armario y los cajones; ya acostada baja a verificar si cerró la puerta. Acostada nuevamente piensa si apagó las luces del coche. La obsesión de comprobación es una de las más comunes y la compulsión actúa ante la duda de que tengas un incendio, inundación o que te roben el cantón. Por eso cuando estás de vacaciones disminuyen estos rasgos. Ponte al tiro.
César está comprando jabones en el eichibí. Viste como personaje de la última temporada de DARK en la planta nuclear, a pesar de su exagerado outfit, al llegar a casa se lava las manos hasta que su piel comienza a sangrar. Asociada al miedo de contagiarse de alguna enfermedad terminal como cáncer o algún virus mortal, la obsesión de contaminación es la más común en los subtipos de TOC. A César no le gusta tocar a la gente, cuando va al trabajo en el transporte laboral y no alcanza asiento se sujeta de los postes gracias a su pañuelo, el cual tira después. Gasta mucho papel higiénico, anti bacterial y toma harto ADerogyl. Su casa es pulcra, pero para él nunca está lo suficientemente limpia. A César no le gustan los gérmenes, bacterias o virus; a los virus, bacterias y gérmenes, como a Mau, les vale grillo.
En lo personal mis rasgos obsesivos son numéricos. Si voy caminando solo cuento cuántos pasos hay del punto A al punto B, situación que se torna compleja cuando evito pisar líneas; si brinco la cuerda cuento los saltos y en cuánto tiempo hago cierta cantidad; cuando voy al banco cuento cuántas cajas hay abiertas y cuántas personas están formadas antes que yo, hago un cálculo aproximado de cada cajero con cada cliente y pienso en cuál me va a tocar -casi siempre le atino-; los escalones de las escaleras; en los semáforos cuento los coches y de qué color son; en el supermercado los productos; las palabras al hablar o escribir o las sílabas de los nombres; la alarma tiene que estar en ceros o en cinco, es decir a las seis treinta o seis treinta y cinco, no seis treinta y dos, igual que el volumen de la tele. La aritmomanía es la obsesión por contar objetos en el entorno, como le pasó a César que antes de lavarse las manos contó los azulejos del baño.
Hay infinidad de rasgos más, pero mejor aquí le paramos porque aún me faltan dos cucharas, seis tenedores, dos copas, tres platos y una sartén.
Texto: Jesús Cáñez
Imagen: Google Images
Video: austinteve - Marduk de AUSTIN TV - YouTube
@ochosieteuno_