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En septiembre a toda la raza azteca le da por sentir los colores del lábaro patrio como en ninguna otra época, y con justa razón, pues se celebra la independencia del yugo gachupín en todo el territorio nacional. Empezando en Tijuana el recorrido que nos lleva a Cancún hay puestos afuera de cada supermercado vendiendo desde sombreros de charro hasta pines tricolores. La noche del quince las familias se reúnen a comer platillos típicos de nuestra maravillosa gastronomía –patrimonio inmaterial de la humanidad-, se pintan la bandera en el cachete y en el Spotify suena el mariachi interpretando El son de la negra, Cielito lindo y el bellísimo Huapango de Moncayo.
Así que subiéndonos al tren del mame, no podíamos dejar
pasar la oportunidad de hablar de algo representativo de nuestra nación. Es
realmente difícil para propios y extraños no sentirse atraído por la generosa
paleta multicolor que nos regala la cultura mexicana, misma que ha sido
construida en el sincretismo y que es hoy producto de la mezcla de indígena,
español y negro. ¿Ah chingao, negro? Efectivamente, mi querido lirabirrow: afromexicanos o afrodescendientes.
Calmao, deja te la barajeo más despacio. Verás, hace algunos siglos, cuando los
españoles se dieron cuenta que la población indígena había quedado muy disminuida
debido a las enfermedades y muertes decidieron traer al país, a la costa de
Veracruz, precisamente, esclavos africanos para trabajar en las labores de la
agricultura y maquinaria. Obviamente hubo mestizaje, palabra que te regala el
sistema de castas de la conquista: El hijo de un indígena y español pos es un
mestizo; pero aquí viene lo chilo: el hijo de un africano y un español es un
mulato; y el hijo de un africano y un indígena es un coyote. Y nos dejaron un
legado riquísimo, tanto en música y palabras como cumbia, mambo, rumba, bamba –ajá,
la bamba-,o la danza de los diablos; de igual manera en raíces, tan así que es considerada
la tercera.
Lamentablemente se habla poco de ello desde que Vasconcelos dijo que México era
la mezcla de españoles e indígenas. La regó el compa, porque el segundo
presidente de México –aunque hayan sido solamente ocho meses- el insurgente Vicente
Guerrero, era afrodescendiente y btw abolió la esclavitud antes que Lincoln.
Otro prócer de la patria y afrodescendiente también es nuestro queridísimo ‘Siervo
de la nación’, don José María Morelos y Pavón, no, no son cuatro personas, es
el vato de los billetes de a tostón. Se sabe también que el ejército de
Hermengildo Galeana en tiempos de la Independecia estaba compuesto por gran mayoría
de afrodescendientes de la costa del Pacífico. A la lista podríamos sumar
también a Gaspar Yanga, quien en el estado de Veracruz construyó la primera
colonia libre de América –o sea, sin esclavos-, a la cual llamó San Lorenzo de
los Negros, hoy el pueblo se llama solamente Yanga, en honor a quien después de
unos cincuenta años de la Independencia fuera nombrado como ‘Héroe nacional’,
dicho sea de paso ahí se celebra el carnaval de la negritud. En la misma esfera pueden entrar Emiliano
Zapata y Johnny Laboriel. La verdad es que las aportaciones afromexicanas o
afrodescendientes a esta bellísima república son hartas.
Al día de hoy la población de afromexicanos más grande se
sigue encontrando en regiones tropicales, específicamente en la Costa chica y
la Costa grande de Guerrero y Oaxaca, también en Veracruz y hasta aquí en
Coahuila, ahorita te cuento de los Mascogos, calmao.
Como te decía, donde hay más pipol afromexicana en nuestros días es en el
estado de Guerrero, para ser exactos, es la población de Cuajinicuilapa, donde
la gran mayoría de sus habitantes son de raza negra, así que se le conoce como ‘la
capital negra de México’. Es ahí mismo donde también se ha llevado el Encuentro
Afromexicano, un movimiento que busca darle más visibilidad a esta etnia, que
lamentablemente se encuentra relegada. Por eso ahí se avientan talleres,
presentaciones, conciertos, gastronomía y todo lo relacionado con los
afrodescendientes de todo el país.
Ya para cerrar deja te cuento in hot de los Mascogos aquí en
el estado. Si tú pensabas que somos bien chingones en Coahuila porque tenemos
pieles rojas como la tribu Kikapú -¿Qué, no me digas que tampoco sabías de los
Kikapú aquí?, recuérdame echar un textito de ellos- déjame decirte que no,
queridísima criatura del Señor, también tenemos comunidad de raza negra, compa:
los Mascogos. A diferencia de los afrodescendientes del sur, acá en el norti se
establecieron siglos más tardes, debido a que venían de los Estados Unidos por
todas las guerras en territorios más al nortiii, como las guerras seminolas.
Llegaron y se asentaron aquí, en lo que después sería una reserva concedida por
el estado en las inmediaciones del municipio de Muzquiz. Fueron tomando
notoriedad por diferentes medios, uno de ellos fue su gastronomía, incluida en
el Seminario de Cocinas en México donde antropólogos del INAH revaloraron la
cocina de la tercera raíz.
Así que no, no somos la mezcla entre indígena y español, somos un crisol de
culturas donde nos vemos reflejados en esta bellísima amalgama que es hoy el
ombligo de la luna, donde sin la tercera raíz, no seríamos lo que conocemos hoy
como México.
Imagen: Google Images
Video: El Negro de la Costa - Alejandra Robles / YouTube
@Ochosieteuno_