Canción para acompañar el texto: tercer movimiento de Claro de Luna - Beethoven
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Fuiste al supermercado y en la mente sólo tenías esas dos
cosas que tenías que comprar. Las tomaste y en el camino te llevaste otras más,
antes de llegar a la caja otras y justo antes de pagar añadiste otro par de
productos. Al entrar a casa mientras le atascabas el colmillo a un Snickers te
volviste a quejar: “Chingado, el dinero se va volando”. Y pos sí. ¿Pero cómo no
te diste cuenta de que solo ibas por dos cosas y terminaste con diez? Fácil, la
mercadotecnia en los supermercados juega con tu cabezota. Fijón.
Te quieres hacer un licuado para el desayuno porque ahora sí
ya vas a hacer dieta y ya no vas a ser fat, sino fit y ay ajá, entonces entras
a la tienda y luego luego están las frutas, ahí nomás entrandito. ¿En dónde
está la leche? Comúnmente hasta el fondo de la tienda o del lado contrario, salvo
honrosas excepciones. No creas que lo decidieron así por tu licuado, sino
porque usualmente dejan los productos de primera necesidad, como la leche, hasta
el final de la tienda. ¿Pa’ qué tú? Pos pa’ que le des la vuelta a todo el
méndigo negocio y veas hartos productos, tons básicamente tu cerebro te va a
decir: “ira, wey, los desodorantes están a dos por sesenta y cinco”, pues te
los llevas.
Casi todo lo que ves en una tienda de conveniencia tiene su
razón –mercadológica- de ser. Recuerda ese pasillo del Choco Krispis. Llamativos
colores por todos lados, la etiqueta amarilla dando a entender que un producto
de seiscientos ochenta gramos puede ser tuyo por tan sólo 49,99 -¡uta, qué
ofertón! Ahí estás embelesado viendo al exgordo del Melvin luciendo sus nuevas
advertencias de exceso calorías y exceso azúcar. Te vale grillo, tú sabes que
el lunch se hizo para algo chocolatoso y ahora con mejor chocoleche.
Repentinamente alguien te saca de tu embeleso: “¿Me permite, joven? Muchas
gracias.” Te quitas y ya. No hay nada raro, ¿edá? Piénsale. ¡Apenas caben dos
carritos en el pasillo, burro! De esta manera ante muchísimas situaciones te
ves obligado a detenerte, por consecuente es probable que adquieras otro
producto al cual no habías echádole el ojo.
Y hablando de pasillos, fíjate en dónde están colocados los productos de marca
de renombre, o sea los más caros. Siempre estarán a la altura de los ojos.
Siempre a la vista o arriba. No tienes ni necesidad de agacharte por ellos, los
de abajo son más baras, pero ¿pa’ qué agarrar el chafita si el Salvo me salva
me queda al acance de la mano pa’ echarlo al carrito?
Ahora, los carritos también tiene su función, eh. Hoy es por practicidad, pero
en su tiempo también fue una estrategia de mercado. Había un wey muy chilo para
el bisne que se llamaba Syvlan Goldman, el vato fue de los primeros en ventas de autoservicio, pero
antes nomás habían canastas. Tons ideó lo que serían dos canastas grandes con
rueditas y una mano libre y pum: gasonileras VIP, digo más ventas para el
autoservicio. Te digo que en todo piensan. Fuentes: wey, créeme.
Tanto así que hasta la misma música es importantísima, desde
el tipo de la misma a la hora en que la ponen. Foresempo, si todo está relax
pues les conviene que tomes tu tiempo, tons te ponen música más tranqui para
que te tardes lo que quieras y más permanezcas en la tienda llenando el
carrito; si hay que meterle nitro, papi, te ponen rolitas más ruidosas pa’ que
vayas echo la mocha, pero sin que se vea mermada la venta. Según los departamentos
te la pueden cambiar, en tiendas que vender artículos caros te ponen música
clásica, así según tú te sientes chilo pidiendo una sala perrona de escama de
cola de sirena con mesa de mármol de Pénjamo mientras escuchas bien fresa y alterado el tercer movimiento de la sonata para piano número catorce en do sostenido menor de Tropicalísimo
Apache, digo, de Beethoven.
Se incorporan a tu día a día: Soriana, patrocinador del Club Santos Laguna en
tiempo de liguilla te pone el himno del equipo. Ahora que empieza septiembre ya
ponen el son de la negra para que te lleves tu cubrebocas de bandera nacional y
en tiempos decembrinos te ponen el burrito sabanero pa’ que compres con
espíritu navideño. Te digo que en todo piensan.
Fuentes: de Ortiz.
Fuentes: de Ortiz.
Hace rato te estabas quejando de que el dinero se iba
volando mientras le dabas la mordida al chocolate. Ese lo agarraste ahí en la registradora.
Ni se te antojaba, pero ya estabas ahí. Cada vez te ponen más cosas ya en la
caja, están como el pinche Rappi antes de pagar: “un último antojo”. Nomás que
en la tienda son más listos, bigobigo: te ponen un refri con cocas de cada
lado, y sino de cheves como patas de pingüino, ya entrando a la línea de caja
parece la canción del tamalero, wey: Halls, clorets, pepitorias, cacahuate,
tridents, chocolate, mazapanes, cigarros y tictac, rosas, bolas y tamal… de
chocolates traigo Ferrero Rocher, M&M, Milky Way, Snickers, Kinder bueno
chocolate, milk chocolate del Kiss y Carlos quinto. La cantaste, ya te caché.
Obviamente algo te llevas, claro lo que está a la altura de los ojos. En todo
piensan.
Fuente: del pensador.
Fuente: del pensador.
Pérame, ahorita vengo, voy por unas frutas y un litro de
leche porque mañana empiezo a ser fit.
Texto: Jesús Cáñez
Imagen: Google Images
Video: Moonlight Sonata 3rd Mov - LVB - Youtube
@ochosieteuno_